1. COMPRENDER EL
PROBLEMA. Parece, a veces,
innecesaria, sobre todo en contextos escolares; pero es de una importancia
capital, sobre todo cuando los problemas a resolver no son de formulación
estrictamente matemática. Entender el problema que se tiene que abordar es la
tarea más difícil, resulta por ello de gran importancia orientar a los alumnos
en el proceso.
- Se debe leer el enunciado despacio.
- ¿Cuáles son los datos? (lo que
conocemos)
- ¿Cuáles son las incógnitas? (lo que
buscamos)
- Hay que tratar de encontrar la relación
entre los datos y las incógnitas.
- Se debe hacer un esquema o dibujo de la
situación.
2. TRAZAR UN PLAN
PARA RESOLVERLO. Hay que plantearlo de
una manera flexible y alejado del mecanicismo.
- ¿Este problema es parecido a otros que
ya conocemos?
- ¿Se puede plantear el problema de otra
forma?
- Imaginar un problema parecido pero más
sencillo.
- ¿Se utilizan todos los datos cuando se
hace el plan?
3. PONER EN PRÁCTICA
EL PLAN.
- Al ejecutar el plan se debe comprobar
cada uno de los pasos.
- ¿Se puede ver claramente que cada paso
es correcto?
- Antes de hacer algo se debe pensar:
¿qué se consigue con esto?
- Se debe acompañar cada operación matemática
de una explicación contando lo que se hace y para qué se hace.
- Cuando se tropieza con alguna
dificultad que nos deja bloqueados, se debe volver al principio, reordenar las
ideas y probar de nuevo.
4. COMPROBAR LOS
RESULTADOS. Es la más importante en la vida diaria, porque supone la
confrontación con contexto del resultado obtenido por el modelo del problema
que hemos realizado, y su contraste con la realidad que queríamos resolver.
- Leer de nuevo el enunciado y comprobar
que lo que se pedía es lo que se ha averiguado.
- Debemos fijarnos en la solución.
¿Parece lógicamente posible?
- ¿Se puede comprobar la solución?
- ¿Hay algún otro modo de resolver el
problema?
- ¿Se puede hallar alguna otra solución?
Con estos pasos y un poco de práctica se podrán resolver todos los problemas.